En este Día Internacional de la Mujer, desde Provivienda queremos recordar que ser mujer sigue siendo un factor clave en la exclusión residencial, y que la discriminación que sufre este colectivo, no solo no ha mejorado, sino que se ha visto agravada tras la pandemia.
Una vivienda es el espacio en el que nos desarrollamos y con el que podemos acceder a otros derechos. Por tanto, es urgente reforzar y ampliar el parque de vivienda asequible para que todas las mujeres dispongan de un alojamiento seguro, digno y adecuado. Este hecho es especialmente relevante en el caso de las mujeres víctimas de violencia machista.
Como mencionamos en nuestro informe “Cuando la Casa Nos Enferma II” (Provivienda, 2019), para hablar de violencia de género conviene primero definir a qué nos referimos. Como recoge la Ley 1/2004:
“La violencia de género se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión”.
En este sentido, resulta devastadora la contundente conclusión a la que llegó la ONU en el Estudio Mundial sobre el Homicidio 2019, según la cual el hogar “sigue siendo el lugar más peligroso para las mujeres”.
Pero la carencia de un hogar también resulta problemático. En el caso de las mujeres, el impacto de la falta de vivienda profundiza las duras condiciones en las que se encuentran las personas sinhogar: mientras que el 1,5% de los hombres han sufrido algún tipo de agresión sexual, en el caso de las mujeres sin hogar lo han sufrido el 24,2% (Encuesta a las personas sin hogar. INE, 2012).
En muchos casos, las mujeres que están sin hogar se ven doblemente discriminadas, por ser mujer y por ser pobres, contribuyendo también a la “invisibilización” del sinhogarismo femenino.
Por su parte, las mujeres migrantes también se enfrentan a una doble discriminación en el acceso a la vivienda. La ausencia de protección desemboca en procesos de exclusión residencial, que se recrudecen en las madres migrantes solas con menores a su cargo, como destacamos en nuestro informe de 2020 “¿Se Alquila? Racismo y xenofobia en el mercado del alquiler”.
Pobreza feminizada, factor que profundiza la exclusión residencial
La discriminación de género que rige las condiciones del mercado de trabajo es uno de los factores que más afectan a la pobreza: las tasas de actividad, de paro y de trabajo a tiempo parcial han sido siempre muy superiores entre las mujeres que entre los hombres, y los últimos datos muestran que esta brecha es incluso mayor.
El pasado mes de enero, el desempleo femenino se ha cifrado en 1.841.463, mientras que el total de hombres parados registrados ha sido de 1.281.615, según los datos ofrecidos por el Servicio Público de Empleo Estatal.
Según la Encuesta Anual de Estructuras Salarial del INE, la brecha salarial en España alcanza el 19,5%. Y no solo afecta a las mujeres en su acceso al empleo o carrera profesional, también lo hace en las pensiones: la brecha salarial en pensiones contributivas es de un 34,3% y en pensiones por jubilación de un 33,9% (Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones).
La Encuesta de Bienestar psicológico y exclusión residencial que se publicaba en el estudio “Cuando la Casa Nos Enferma II”, ponía también de manifiesto que en las condiciones de la vivienda la situación de exclusión también se concentran en las mujeres.
Las personas que no cuentan con ascensor en su edificio son mayoritariamente mujeres (63,9%), frente al 36,1% de los hombres. El 2,1% de las mujeres ha llegado a quedarse sin suministros energéticos (agua, luz, gas) por problemas económicos, frente al 1,6% de los hombres; por lo que la pobreza energética y sus consecuencias impactan también en mayor medida a las mujeres. En último lugar, el 12,3% de las mujeres ha tenido alguna plaga en su hogar, frente al 8,9% de los hombres.
Teniendo en cuenta que, aproximadamente, 8 de cada 10 hogares monomarentales están encabezados por mujeres, según la Encuesta de Condiciones de Vida (INE, 2020), más de la mitad de los mismos en España (un 55,8%) presentan dificultades económicas para hacer frente a gastos imprevistos relacionados con el acceso a la vivienda, frente al 35,4% del conjunto de hogares en España.
Por su parte, FOESSA concluye en su último informe de 2022 que “en esta última crisis la brecha de género se ha acrecentado: si bien el empeoramiento de la situación social de los hogares ha sido generalizado, la caída ha sido mayor entre aquellos que recibían su ingreso principal de una mujer.”
En este sentido, en los hogares monomarentales la desventaja femenina es doble y resultante, tanto de su sobrerrepresentación en un tipo de hogar que presenta un mayor riesgo de exclusión que el resto, como de una situación de inferioridad comparativa con respecto a los hombres que se hallan en su misma situación.
Provivienda con las mujeres
La Asamblea de Socios/as de Provivienda aprobó el pasado 25 de febrero el III Plan de Igualdad de Provivienda (2022-2025), que ha sido trabajado en el seno de la Comisión de Igualdad, grupo paritario formado por representantes de la entidad y de la representación legal de las personas trabajadoras. Además, Provivienda ha incorporado recientemente en su plantilla a una agente de igualdad que será la encargada de desplegar las acciones de dicho Plan en el día a día de la entidad.
Como aclaran sus integrantes:
«Esta herramienta es básica para la prevención y para el cuidado de todas las personas que trabajamos en Provivienda y, por extensión, para todas las personas con las que trabajamos a diario desde nuestros proyectos y programas en todos los territorios, en temas tan importantes como la violencia de género, el acoso sexual y por razón de sexo o la igualdad entre hombres y mujeres».
En este Día Internacional de la Mujer, desde Provivienda queremos recordar que ser mujer sigue siendo un factor clave en la exclusión residencial, y que la discriminación que sufre este colectivo, no solo no ha mejorado, sino que se ha visto agravada tras la pandemia.
Una vivienda es el espacio en el que nos desarrollamos y con el que podemos acceder a otros derechos. Por tanto, es urgente reforzar y ampliar el parque de vivienda asequible para que todas las mujeres dispongan de un alojamiento seguro, digno y adecuado. Este hecho es especialmente relevante en el caso de las mujeres víctimas de violencia machista.
Como mencionamos en nuestro informe “Cuando la Casa Nos Enferma II” (Provivienda, 2019), para hablar de violencia de género conviene primero definir a qué nos referimos. Como recoge la Ley 1/2004:
“La violencia de género se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión”.
En este sentido, resulta devastadora la contundente conclusión a la que llegó la ONU en el Estudio Mundial sobre el Homicidio 2019, según la cual el hogar “sigue siendo el lugar más peligroso para las mujeres”.
Pero la carencia de un hogar también resulta problemático. En el caso de las mujeres, el impacto de la falta de vivienda profundiza las duras condiciones en las que se encuentran las personas sinhogar: mientras que el 1,5% de los hombres han sufrido algún tipo de agresión sexual, en el caso de las mujeres sin hogar lo han sufrido el 24,2% (Encuesta a las personas sin hogar. INE, 2012).
En muchos casos, las mujeres que están sin hogar se ven doblemente discriminadas, por ser mujer y por ser pobres, contribuyendo también a la “invisibilización” del sinhogarismo femenino.
Por su parte, las mujeres migrantes también se enfrentan a una doble discriminación en el acceso a la vivienda. La ausencia de protección desemboca en procesos de exclusión residencial, que se recrudecen en las madres migrantes solas con menores a su cargo, como destacamos en nuestro informe de 2020 “¿Se Alquila? Racismo y xenofobia en el mercado del alquiler”.
Pobreza feminizada, factor que profundiza la exclusión residencial
La discriminación de género que rige las condiciones del mercado de trabajo es uno de los factores que más afectan a la pobreza: las tasas de actividad, de paro y de trabajo a tiempo parcial han sido siempre muy superiores entre las mujeres que entre los hombres, y los últimos datos muestran que esta brecha es incluso mayor.
El pasado mes de enero, el desempleo femenino se ha cifrado en 1.841.463, mientras que el total de hombres parados registrados ha sido de 1.281.615, según los datos ofrecidos por el Servicio Público de Empleo Estatal.
Según la Encuesta Anual de Estructuras Salarial del INE, la brecha salarial en España alcanza el 19,5%. Y no solo afecta a las mujeres en su acceso al empleo o carrera profesional, también lo hace en las pensiones: la brecha salarial en pensiones contributivas es de un 34,3% y en pensiones por jubilación de un 33,9% (Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones).
La Encuesta de Bienestar psicológico y exclusión residencial que se publicaba en el estudio “Cuando la Casa Nos Enferma II”, ponía también de manifiesto que en las condiciones de la vivienda la situación de exclusión también se concentran en las mujeres.
Las personas que no cuentan con ascensor en su edificio son mayoritariamente mujeres (63,9%), frente al 36,1% de los hombres. El 2,1% de las mujeres ha llegado a quedarse sin suministros energéticos (agua, luz, gas) por problemas económicos, frente al 1,6% de los hombres; por lo que la pobreza energética y sus consecuencias impactan también en mayor medida a las mujeres. En último lugar, el 12,3% de las mujeres ha tenido alguna plaga en su hogar, frente al 8,9% de los hombres.
Teniendo en cuenta que, aproximadamente, 8 de cada 10 hogares monomarentales están encabezados por mujeres, según la Encuesta de Condiciones de Vida (INE, 2020), más de la mitad de los mismos en España (un 55,8%) presentan dificultades económicas para hacer frente a gastos imprevistos relacionados con el acceso a la vivienda, frente al 35,4% del conjunto de hogares en España.
Por su parte, FOESSA concluye en su último informe de 2022 que “en esta última crisis la brecha de género se ha acrecentado: si bien el empeoramiento de la situación social de los hogares ha sido generalizado, la caída ha sido mayor entre aquellos que recibían su ingreso principal de una mujer.”
En este sentido, en los hogares monomarentales la desventaja femenina es doble y resultante, tanto de su sobrerrepresentación en un tipo de hogar que presenta un mayor riesgo de exclusión que el resto, como de una situación de inferioridad comparativa con respecto a los hombres que se hallan en su misma situación.
Provivienda con las mujeres
La Asamblea de Socios/as de Provivienda aprobó el pasado 25 de febrero el III Plan de Igualdad de Provivienda (2022-2025), que ha sido trabajado en el seno de la Comisión de Igualdad, grupo paritario formado por representantes de la entidad y de la representación legal de las personas trabajadoras. Además, Provivienda ha incorporado recientemente en su plantilla a una agente de igualdad que será la encargada de desplegar las acciones de dicho Plan en el día a día de la entidad.
Como aclaran sus integrantes:
«Esta herramienta es básica para la prevención y para el cuidado de todas las personas que trabajamos en Provivienda y, por extensión, para todas las personas con las que trabajamos a diario desde nuestros proyectos y programas en todos los territorios, en temas tan importantes como la violencia de género, el acoso sexual y por razón de sexo o la igualdad entre hombres y mujeres».
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