Cada 25 de noviembre desde 1999 se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Como mencionamos en nuestro anterior informe Cuando la Casa Nos enferma, para comenzar a hablar de violencia de género conviene definir de qué estamos hablando. Como recoge la Ley 1/2004, la violencia de género:
“se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión”.
En España han sido asesinadas 1074 mujeres desde 2003, año en el que se iniciaron las estadísticas. Y sólo en lo que llevamos de año se han sumado 41 asesinatos de mujeres en 2020.
Los datos más actualizados sobre esta lacra los ofrece la última Macroencuesta de Violencia sobre la Mujer (2019), que reveló que el 57,3% de las mujeres que viven en España ha padecido algún tipo de violencia machista a lo largo de su vida (11,3 millones de mujeres): más de 4 millones han sufrido violencia física; 2,8 millones, violencia sexual y más de 8 millones aseguran haber sido víctima de acoso sexual.
Esta Macroencuesta también revela que en nuestro país una de cada tres mujeres (6,6 millones) ha sido maltratada física, sexual, psicológica o económicamente por una pareja o expareja y que más de 1,68 millones de niños viven en hogares en los que su madre sufre violencia de género por parte de su pareja o expareja y que la mitad de ellos ha padecido también el maltrato del agresor.
Es devastadora la contundente conclusión a la que llegó la ONU en el Estudio Mundial sobre el Homicidio 2019, según la cual el hogar «sigue siendo el lugar más peligroso para las mujeres». La violencia de género resulta un factor clave para el análisis de la exclusión residencial, dado que, como se ha podido observar, la tipología ETHOS establece que el vivir bajo la amenaza de violencia es una categoría específica de este tipo de exclusión (C: Vivienda Insegura).
En muchos casos, las mujeres que están sin hogar se ven doblemente discriminadas, por ser mujer y por ser pobres, contribuyendo también a la “invisibilización” del sinhogarismo femenino.
Provivienda, con las mujeres
Como aclaran sus integrantes, «ambas herramientas son básicas para la prevención y para el cuidado de todas las personas que trabajamos en Provivienda, y, por extensión, para todas las personas con las que trabajamos a diario desde nuestros proyectos y programas en todos los territorios, en temas tan importantes como la violencia de género, el acoso sexual y por razón de sexo, la igualdad entre hombres y mujeres. ¡¡Tolerancia cero!!»
Como ellas mismas explican:
Somos un grupo de mujeres que hemos hecho un taller de Kinsutgi junto con el equipo del CA2 [Centro de Acogida 2 de Provivienda], con nuestros hijos e hijas y queremos contaros nuestra historia de reconstrucción a través del arte y de estas macetas que simbolizan nuestro proceso al salir de la violencia de género. Nuestro objetivo es aprender y enseñar a nuestras hijas e hijos y a la sociedad, para que una parte de esta historia contada con nuestra voz y nuestro arte nunca se vuelva a repetir. Todas nuestras historias, son de construcción y reconstrucción, de fortaleza y aprendizaje. Son el camino de búsqueda activa hacia el empoderamiento después de haber sufrido la Pandemia de la violencia de género.
Cada 25 de noviembre desde 1999 se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Como mencionamos en nuestro anterior informe Cuando la Casa Nos enferma, para comenzar a hablar de violencia de género conviene definir de qué estamos hablando. Como recoge la Ley 1/2004, la violencia de género:
“se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión”.
En España han sido asesinadas 1074 mujeres desde 2003, año en el que se iniciaron las estadísticas. Y sólo en lo que llevamos de año se han sumado 41 asesinatos de mujeres en 2020.
Los datos más actualizados sobre esta lacra los ofrece la última Macroencuesta de Violencia sobre la Mujer (2019), que reveló que el 57,3% de las mujeres que viven en España ha padecido algún tipo de violencia machista a lo largo de su vida (11,3 millones de mujeres): más de 4 millones han sufrido violencia física; 2,8 millones, violencia sexual y más de 8 millones aseguran haber sido víctima de acoso sexual.
Esta Macroencuesta también revela que en nuestro país una de cada tres mujeres (6,6 millones) ha sido maltratada física, sexual, psicológica o económicamente por una pareja o expareja y que más de 1,68 millones de niños viven en hogares en los que su madre sufre violencia de género por parte de su pareja o expareja y que la mitad de ellos ha padecido también el maltrato del agresor.
Es devastadora la contundente conclusión a la que llegó la ONU en el Estudio Mundial sobre el Homicidio 2019, según la cual el hogar «sigue siendo el lugar más peligroso para las mujeres». La violencia de género resulta un factor clave para el análisis de la exclusión residencial, dado que, como se ha podido observar, la tipología ETHOS establece que el vivir bajo la amenaza de violencia es una categoría específica de este tipo de exclusión (C: Vivienda Insegura).
En muchos casos, las mujeres que están sin hogar se ven doblemente discriminadas, por ser mujer y por ser pobres, contribuyendo también a la “invisibilización” del sinhogarismo femenino.
Provivienda, con las mujeres
Como aclaran sus integrantes, «ambas herramientas son básicas para la prevención y para el cuidado de todas las personas que trabajamos en Provivienda, y, por extensión, para todas las personas con las que trabajamos a diario desde nuestros proyectos y programas en todos los territorios, en temas tan importantes como la violencia de género, el acoso sexual y por razón de sexo, la igualdad entre hombres y mujeres. ¡¡Tolerancia cero!!»
Como ellas mismas explican:
Somos un grupo de mujeres que hemos hecho un taller de Kinsutgi junto con el equipo del CA2 [Centro de Acogida 2 de Provivienda], con nuestros hijos e hijas y queremos contaros nuestra historia de reconstrucción a través del arte y de estas macetas que simbolizan nuestro proceso al salir de la violencia de género. Nuestro objetivo es aprender y enseñar a nuestras hijas e hijos y a la sociedad, para que una parte de esta historia contada con nuestra voz y nuestro arte nunca se vuelva a repetir. Todas nuestras historias, son de construcción y reconstrucción, de fortaleza y aprendizaje. Son el camino de búsqueda activa hacia el empoderamiento después de haber sufrido la Pandemia de la violencia de género.
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